La historia es
la biografía, el diario personal de una niña judía de 13 años, hija de
comerciantes alemanes, que cuando comienzan las primeras persecuciones nazis,
su familia creyó hallar en Holanda la salvación definitiva. La invasión de
Holanda los obligó, en julio de 1942 a elegir entre dos alternativas: someterse
al llamamiento de la GESTAPO o esconderse en el anexo de una casa antigua en
Holanda que era la oficina y almacén de la empresa del padre de Ana. Había que
adoptar mil precauciones: no dejarse ver, no hacer ruido y ser muy cautelosos.
En estos términos y bajo el reducido espacio tenían que cohabitar 8 seres
diariamente por poco más de dos años. Ana se consagró a la tarea de leer con
voracidad y a escribir en su diario llamado Kitty, en el cual se plasman las
más sensibles observaciones respecto a su existencia y a la de los demás.
El diario de Ana Frank es una obra maestra escrita por una niña de 13 años, quien realizaba un análisis de su propio ser. Escribía para sí, sin complacencia de ninguna especia, sin ninguna preocupación por mejorar el retrato ni tampoco por asombrar. Fue allí, en el ambiente paradójico, donde Ana descubrió a la vez su propia existencia y la de los otros.
El diario de Ana Frank es una obra maestra escrita por una niña de 13 años, quien realizaba un análisis de su propio ser. Escribía para sí, sin complacencia de ninguna especia, sin ninguna preocupación por mejorar el retrato ni tampoco por asombrar. Fue allí, en el ambiente paradójico, donde Ana descubrió a la vez su propia existencia y la de los otros.
EL DIARIO DE ANA
FRANK -NOTA DEL TRADUCTOR-
Función de mediar
—de intermediar— entre dos mundos, entre dos universos
lingüísticos,conceptuales, emocionales —entre dos cosmologías acaso— es la del
traductor. La del intérprete.
Interpretar los
signos, las huellas inscritas en un contexto, y convertirlas en pretexto para otro
texto. Suerte de vilano llevado de frontera en frontera por los aires de Babel,
especie de veleta agitada por el soplo del habla, que —cuando coloca la mano
sobre el corazón— se esmera en no traicionar.
Esta vez se
trataba de no traicionar el texto de Ana Frank. De afinar al máximo la
transmisión del documento de una vida de chiquilla adolescente. De una
escritora incipiente, mordaz, valiente en la critica de su conducta, en la
denuncia de la injusticia apocalíptica que trasunta con ferocidad todo nuestro
siglo —y, cómo que no— TODA nuestra historia. De una
adolescente
desarraigada de un mundo lingüístico, que, como tantos laureados creadores
literarios de nuestro siglo, opta por hacer suyo otro, por desentrañar otro y
hacerlo visceralmente suyo.
La traducción de
El Diario de Ana Frank —con los ojos puestos en el original holandés y en la
versión alemana— implica trasladar a nuestro mundo sensible un diario de vida
adolescente, profundo, desgarrador, trivial, en ocasiones, que la autora
"tradujo" al idioma de su elección —elección que en si constituye un
acto de libertad humana—y que con posterioridad a su desaparecimiento físico
fue nuevamente "traducido" por su padre al idioma familiar para
comprensión de la abuela de Ana, residente en Suiza.
Ana aprendió los
secretos del abecedario en alemán, pero escribió por su voluntad en holandés.
El 12 de mayo de 1944 anota: "Después de la guerra quiero de todos modos
editar un libro bajo el titulo de 'El Anexo'. Si resultará, no lo sé aún, pero
mi diario será la base". No vivió para ello.
¿Habrá alguna vez
una traducción definitiva, una interpretación definitiva? Una versión eclosiona
otra y ésta dará vida a todavía otras. ¡Intentos de aproximación al original!
Ana nos legó uno
de los documentos cimeros en el conjunto testimonial sobre la inhumanidad del
siglo que industrializó la muerte. La novela iba a llamarse, El Anexo —'Het
Achterhuis'. La realidad se llamó 'Diario'. Un diario frente al cual sólo cabe
un intimo. ¡Gracias Ana!
M. B.
Domingo 14 de
junio de 1942
EL VIERNES
DESPERTÉ ya a las seis. Era comprensible, pues fue el día de mi cumpleaños.
Pero no podía levantarme tan temprano y hube de apaciguar mi curiosidad hasta
un cuarto para las siete. Entonces ya no soporté más y corrí hasta el comedor,
donde nuestro pequeño gatito, Mohrchen, me saludó con efusivo cariño. Después
de las siete fui al dormitorio de mis padres y, enseguida, con ellos al salón
para encontrar y desenvolver mis regalos. A ti, mi diario, te vi en primer
lugar, y sin duda fuiste mi mejor regajo. También me obsequiaron un ramo de
rosas, un cactus y unas ramas de rosas silvestres. Fueron los primeros saludos
del día, ya que más tarde habría bastante más. Papá y mamá me entregaron
numerosos regalos y mis amigos
tampoco se
quedaron atrás en materia de mimarme.
Entre otras cosas
me regalaron un libro titulado, "Cámara Oscura", un juego de mesa,
muchas golosinas, un rompecabezas, un broche, las "Sagas y Leyendas de
Holanda" de Joseph Cohén, otro libro encantador, "Las Vacaciones de
Daisy en la Montaña" y algún dinero. Con éste me compré las leyendas
mitológicas griegas y romanas. ¡Fantástico!
Enseguida vino
Lies y partimos juntas a la escuela. Comencé siguiendo el ritual holandés de
obsequiar golosinas a mis maestros y compañeros de clase y luego nos pusimos a
trabajar.
¡Y, basta por hoy.
Estoy tan contenta de tenerte!
Lunes 15 de junio
de 1942
El sábado por la
tarde ofrecí una fiesta de cumpleaños. Exhibimos una película, "El
Guardafaro" (con Rin-tin-tin), que gustó mucho a mis amigas. ¡Nos entretuvimos
como locas! Había muchos jóvenes y jovencitas. Mamá siempre quiere saber con
quién pienso casarme más adelante. Creo que se extrañaría bastante si supiera
que es con Peter Wessel con quien me casaría, pues siempre me hago la tonta
cuando me pregunta. Con Lies Goosens y Sanne Houtman somos compañeras de clase
desde hace diez años y ellas son muy buenas amigas. Entretanto conocí a Jopie
van der Waal en el Liceo Judío. Nos juntamos bastante y ella es ahora mi mejor
amiga. Lies ha trabado una amistad profunda con otra chica y Sanne va a otro
colegio y se ha hecho de nuevas amigas.
Sábado 20 de junio
de 1942
No he anotado nada
durante un par de días, pues quise reflexionar sobre el significado y la
finalidad de un diario de vida. Me causa una sensación extraña el hecho de
comenzar a llevar un diario. Y no sólo por el hecho de que nunca había
"escrito". Supongo que más adelante ni yo ni nadie tendrá algún
interés en los exabruptos emocionales de una chiquilla de trece años. Pero eso
en realidad poco importa. Tengo deseos de escribir y, ante todo, quiero sacarme
algún peso del corazón.
"El papel es
más paciente que los seres humanos", pensaba a menudo, cuando apoyaba
melancólicamente la cabeza en mis manos ciertos días en que no sabía qué hacer.
Primero deseaba quedarme en casa, enseguida salir a la calle, y casi siempre
seguía sentada donde mismo empollando mis tribulaciones.
¡Sí, el papel es
paciente! No tengo la menor intención de mostrar alguna vez este cuaderno
empastado con el altisonante nombre de "Diario de Vida", salvo que
fuera a LA amiga o EL amigo. Y seguramente no le interesará mucho a nadie.
Y ahora he llegado
al punto alrededor del cual gira todo este asunto de mi diario de vida: ¡en
realidad no tengo amiga! Quiero explicar esto en más detalle, pues nadie
comprende que una muchacha de sólo trece años se sienta tan sola. Y, por
cierto, llama la atención. Tengo padres, amorosos y querendones, una hermana de
16 años y, si los sumo, unos treinta conocidos, más o menos. Tengo una corte de
admiradores que me dan en todos los gustos y que durante las horas de clase
suelen manipular algún espejito de bolsillo hasta que logran capturar una
sonrisa mía. Tengo parientes, unos tíos y unas tías realmente
encantadores, una
linda casa y, en realidad, no me falta nada, salvo... ¡una amiga! Con ninguno
de mis conocidos puedo hacer otras cosas que bromear o cometer disparates. Me
es imposible expresarme de veras y me siento interiormente abotonada. Tal vez
esa falta de confianza sea un problema mío, pero las cosas son así,
lamentablemente, y no logro superar mi condición.
Por eso el diario.
Con el fin de exacerbar aún más en mí la idea de la amiga ausente, no anotaré
sólo hechos en mi diario, como suele hacer el grueso de la gente, sirio que
este diario mismo será mi amiga y esa amiga habrá de llamarse ¡KITTY!
***
Nadie sería capaz
de comprender mis conversaciones con Kitty si no cuento antes algo de mí. Muy a
mi pesar narraré brevemente lo que ha sido mi vida hasta ahora.
Cuando se casaron
mis padres, papá tenía 36 años y mamá 25. Mi hermana Margo t nació en Frankfurt
del Meno en 1926. Yo nací el 12 de junio de 1929. Por ser judíos debimos
emigrar a Holanda en 1933, país en que mi padre asumió el cargo de director de
Travis, S.A. Esta colabora estrechamente con la firma Kolen & Co., cuyas
oficinas están en el mismo edificio.
Nuestra vida
transcurrió llena de sobresaltos, pues nuestros parientes que no salieron de
Alemania cayeron bajo el peso de la persecución desencadenada por las leyes de
Hitler. Tras elprogrom de 1938, los dos hermanos de mamá huyeron a América.
Nuestra abuela se refugió con nosotros. Entonces tenía 73 años. Después de 1940
terminaron los buenos tiempos. Primero vino la guerra, luego la rendición,
enseguida la entrada de los alemanes a Holanda. Y así comenzó la miseria. Un
decreto dictatorial siguió a otro y los judíos se vieron especialmente
afectados. Tuvieron que llevar una estrella amarilla en su vestimenta, entregar
sus bicicletas y ya no podían viajar en tranvía, para no hablar de automóviles.
Los judíos sólo podían hacer
compras entre 3 y
5 de la tarde, y sólo en tiendas judías. No podían salir a la calle después de
las ocho de la tarde y tampoco salir a sus balcones o jardines después de esa
hora. Los judíos tenían vedados los teatros y los cines, así como cualquier
otro lugar de entretenimiento público. No podían ya nadar en las albercas
públicas o practicar el tenis o el hockey. Se les prohibieron todos los
deportes. Los judíos tenían prohibido visitar a sus amigos cristianos. Los
niños judíos deben acudir exclusivamente a escuelas judías. Así se amontonan
las prohibiciones arbitrarias. Toda nuestra vida estaba sometida a este tipo de
presiones. Jopie suele decirme: "Ya no me atrevo a hacer casi nada, pues
siempre pienso que puede estar prohibido".
Abuela murió en
enero de este año. Nadie sabe cuánto la quería y cuánto la echo de menos. En
1934 ingresé al jardín infantil del Colegio Montessori y después seguí allí. El
año pasado tuve a la directora, la Sra, K., corrió jefa de mi clase. Al
concluir el año nos despedimos emocionadas y lloramos largo rato abrazadas.
Margot y yo
debimos proseguir nuestros estudios en el Liceo Judío a partir de 1941.
Nosotros cuatro
estamos bien ahora, y así llegó el momento actual y prosigo mi diario.
Sábado 20 de junio
de 1942
Querida Kitty:
Comienzo de
inmediato. Hay tanta paz ahora. Papá y mamá han salido y Margot está donde una
amiga jugando al pin-pón. Últimamente también yo me he aficionado bastante a
ese juego. Dado que nosotros, los jugadores de pin-pón, somos tremendamente
dados a tomar helados, nuestras partidas suelen terminar con una excursión a
las heladerías todavía permitidas para los judíos: la "Delfi" y el
"Oasis". Nunca nos preocupamos demasiado por si llevamos suficiente
dinero en el monedero, puesto que entre los clientes de las heladerías suelen
haber amables caballeros de nuestro círculo de conocidos o algún admirador
perdido, los que siempre nos ofrecen más helado del que realmente podemos
tomar.
Supongo que debe
sorprenderte oírme hablar, a mi edad, de admiradores. Desafortunadamente es un
mal inevitable en nuestra escuela. Cuando un compañero me propone acompañarme a
casa en bicicleta y se entabla una conversación, nueve de cada diez veces, se
trata de un muchacho enamoradizo y ya no deja de mirarme. Al cabo de un tiempo
el arrebato comienza a disminuir, especialmente porque yo no presto demasiada
atención a sus miradas ardientes y sigo pedaleando a toda velocidad. Cuando el
joven no cesa en sus intenciones, yo me balanceo un poco sobre mi bicicleta, se
cae mi cartera y el muchacho se ve obligado a bajarse para recogerla, tras lo
cual me las ingenio para cambiar en seguida de conversación.
Esto es lo que
sucede con los más cándidos. Hay otros, por supuesto, que me tiran besos o
tratan de apoderarse de mi brazo, pero ésos equivocan el camino. Bajo diciendo
que puedo pasarme sin su compañía, o bien me considero ofendida, y les digo
claramente que se vayan a su casa.
Bueno, la base de
nuestra amistad ha quedado establecida. ¡Hasta mañana, Kitty!
ANA
Domingo 21 de
junio de 1942
Querida Kitty:
Toda nuestra clase
tiembla, pues pronto se reunirá el consejo de profesores. La mayoría de los
alumnos se pasan el tiempo haciendo apuestas sobre los que pasarán de curso.
Nuestros dos vecinos de banco, Wim y Jacques, que han apostado el uno al otro
su capital de vacaciones, nos divierten mucho a Miep de Jong y a mí. De la
mañana a la noche se les oye decir: "Tú pasarás". "No".
"Sí". Ni las miradas de Miep, implorando silencio, ni mis accesos de
ira correctora pueden calmarlos.
Personalmente
pienso que la mitad de nuestra clase debería repetir, visto el número de
holgazanes que en ella hay, pero los profesores son la gente más caprichosa del
mundo; pero quizá por esta vez actúen en el sentido adecuado.
En cuanto a mí, no
tengo mucho miedo; creo que saldré del paso. Me entiendo bastante bien con
todos mis profesores, que son nueve en total, siete hombres y dos mujeres. El
viejo señor Kepler, el profesor de matemática, anduvo muy enfadado conmigo
durante un tiempo porque yo charlaba demasiado. Finalmente me impuso un
castigo: escribir una composición sobre el tema: Una charlatana. ¡Una
charlatana! ¿Qué podía escribirse sobre eso? Ya veríamos luego; después de
haberlo anotado en mi cuaderno, traté de quedarme callada.
Por la tarde, en
casa, terminados todos mis deberes, mi mirada tropezó con la anotación de la
composición. Me puse a reflexionar mordiendo la punta de mi estilográfica.
Evidentemente, yo podía, con letra grande, separando las palabras todo lo
posible, garabatear algunos disparates y llenar las tres páginas fijadas, pero
la dificultad residía en demostrar de manera irrefutable la necesidad de
hablar. Seguí pensando y, de repente, encontré la solución que me dejó
satisfecha. Argumenté que la charla excesiva es un defecto femenino, que yo me
esforzaría por corregir un poco, aunque sin librarme de él totalmente, pues mi
propia madre habla tanto como yo, si no más; en consecuencia poco puede hacerse
por remediarlo, ya que se trata de un defecto heredado.
Mi argumento hizo
reír mucho al señor Kleper; pero, cuando en la clase siguiente yo reincidí en
mi parloteo, me impuso una segunda composición. Tema: Una charlatana
incorregible. Volví a salir del paso, después de lo cual el señor Kepler no se
quejó durante dos lecciones. A la tercera realmente exageré.
—Ana, otro castigo
por charlar. Tema: Cua, cua, cua, dice la señora Patagua.
Carcajada general.
Yo me eché a reír con mis compañeros, aunque sabía que mi imaginación estaba agotada
sobre el tema. Necesitaba encontrar algo nuevo, algo original. La casualidad
vino en mi ayuda. Mi amiga Sanne, buena poeta, se ofreció a redactar la
composición en verso, de principio a fin. Me alegré...
¿Klepler quería
burlarse de mí? Me vengaría, burlándome yo de él dos o tres veces mejor.
Domingo 5 de julio
de 1942
Querida Kitty:
La fiesta de
graduación de curso transcurrió como deseaba. Mis notas no son del todo malas,
tengo un insuficiente, un 5 en álgebra, un 6 en dos asignaturas, y en las otras
varios 7 y dos 8. Diez es la nota máxima. En casa estaban muy contentos, pues,
a propósito de puntos mis padres no son como los demás. Al parecer, les importa
poco que las notas sean buenas o malas. Para ellos basta con que yo esté bien y
me sienta feliz, y que no sea insolente; lo demás, según ellos, se arreglará
solo. En cuanto a mí, opino lo contrario; no quiero ser mala alumna después de
haber sido admitida provisionalmente en el liceo, puesto que he saltado un año
al salir de la Escuela Montessori. Pero con el traslado de todos los niños judíos
a las escuelas judías, el director del liceo, después de alguna presión,
consintió en recibirme, lo mismo que a Lies, a título de prueba. Yo no quería
defraudar la confianza del director. El resultado de Margot es brillante, como
siempre.
Si la promoción
cum laude existiera en el liceo, ella la habría obtenido ¡tiene una cabecita
tan inteligente!
Papá, en estos
últimos tiempos, se queda a menudo en casa porque ya no puede bajar
oficialmente al negocio. ¡Qué sensación tan desagradable debe ser la de sentirse
inútil! El señor Koophuis ha retomado la empresa Travies y el señor Kraler la
firma Kolen & Cía. El otro día, cuando nos paseábamos alrededor de nuestra
plaza, papá empezó a hablar de la clandestinidad. Decía que iba a ser muy
difícil para nosotros vivir completamente separados del mundo exterior.
—¿Por qué hablar
de eso? —le pregunté.
—Escucha, Ana
—repuso—, tú sabes bien que, desde hace más de un año, nosotros transportamos muebles,
ropas y enseres a casa de otra gente. No queremos que nuestros bienes caigan en
manos de los alemanes, y menos aún queremos
ser nosotros quienes caigamos en sus garras. No los esperaremos para irnos. No
dejaremos que nos detengan.
—Pero, papá, ¿para
cuándo será eso?
Las palabras y la
seriedad de mi padre me habían angustiado.
—No te inquietes.
Nosotros nos ocuparemos de todo. Diviértete y aprovecha tu libertad todo el tiempo
que aún puedas hacerlo.
Eso fue todo.
¡Ojalá esos sombríos días estén aún distantes!
Tuya,
ANA
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