25 feb 2012

Historia Oral - Extracto Diario de Ana Frank -texto para analizar, metodo cualitativo de investigacion-


La historia es la biografía, el diario personal de una niña judía de 13 años, hija de comerciantes alemanes, que cuando comienzan las primeras persecuciones nazis, su familia creyó hallar en Holanda la salvación definitiva. La invasión de Holanda los obligó, en julio de 1942 a elegir entre dos alternativas: someterse al llamamiento de la GESTAPO o esconderse en el anexo de una casa antigua en Holanda que era la oficina y almacén de la empresa del padre de Ana. Había que adoptar mil precauciones: no dejarse ver, no hacer ruido y ser muy cautelosos. En estos términos y bajo el reducido espacio tenían que cohabitar 8 seres diariamente por poco más de dos años. Ana se consagró a la tarea de leer con voracidad y a escribir en su diario llamado Kitty, en el cual se plasman las más sensibles observaciones respecto a su existencia y a la de los demás.

El diario de Ana Frank es una obra maestra escrita por una niña de 13 años, quien realizaba un análisis de su propio ser. Escribía para sí, sin complacencia de ninguna especia, sin ninguna preocupación por mejorar el retrato ni tampoco por asombrar. Fue allí, en el ambiente paradójico, donde Ana descubrió a la vez su propia existencia y la de los otros.


EL DIARIO DE ANA FRANK  -NOTA DEL TRADUCTOR-
Función de mediar —de intermediar— entre dos mundos, entre dos universos lingüísticos,conceptuales, emocionales —entre dos cosmologías acaso— es la del traductor. La del intérprete.
Interpretar los signos, las huellas inscritas en un contexto, y convertirlas en pretexto para otro texto. Suerte de vilano llevado de frontera en frontera por los aires de Babel, especie de veleta agitada por el soplo del habla, que —cuando coloca la mano sobre el corazón— se esmera en no traicionar.
Esta vez se trataba de no traicionar el texto de Ana Frank. De afinar al máximo la transmisión del documento de una vida de chiquilla adolescente. De una escritora incipiente, mordaz, valiente en la critica de su conducta, en la denuncia de la injusticia apocalíptica que trasunta con ferocidad todo nuestro siglo —y, cómo que no— TODA nuestra historia. De una
adolescente desarraigada de un mundo lingüístico, que, como tantos laureados creadores literarios de nuestro siglo, opta por hacer suyo otro, por desentrañar otro y hacerlo visceralmente suyo.
La traducción de El Diario de Ana Frank —con los ojos puestos en el original holandés y en la versión alemana— implica trasladar a nuestro mundo sensible un diario de vida adolescente, profundo, desgarrador, trivial, en ocasiones, que la autora "tradujo" al idioma de su elección —elección que en si constituye un acto de libertad humana—y que con posterioridad a su desaparecimiento físico fue nuevamente "traducido" por su padre al idioma familiar para comprensión de la abuela de Ana, residente en Suiza.
Ana aprendió los secretos del abecedario en alemán, pero escribió por su voluntad en holandés. El 12 de mayo de 1944 anota: "Después de la guerra quiero de todos modos editar un libro bajo el titulo de 'El Anexo'. Si resultará, no lo sé aún, pero mi diario será la base". No vivió para ello.
¿Habrá alguna vez una traducción definitiva, una interpretación definitiva? Una versión eclosiona otra y ésta dará vida a todavía otras. ¡Intentos de aproximación al original!
Ana nos legó uno de los documentos cimeros en el conjunto testimonial sobre la inhumanidad del siglo que industrializó la muerte. La novela iba a llamarse, El Anexo —'Het Achterhuis'. La realidad se llamó 'Diario'. Un diario frente al cual sólo cabe un intimo. ¡Gracias Ana!
M. B.

Domingo 14 de junio de 1942
EL VIERNES DESPERTÉ ya a las seis. Era comprensible, pues fue el día de mi cumpleaños. Pero no podía levantarme tan temprano y hube de apaciguar mi curiosidad hasta un cuarto para las siete. Entonces ya no soporté más y corrí hasta el comedor, donde nuestro pequeño gatito, Mohrchen, me saludó con efusivo cariño. Después de las siete fui al dormitorio de mis padres y, enseguida, con ellos al salón para encontrar y desenvolver mis regalos. A ti, mi diario, te vi en primer lugar, y sin duda fuiste mi mejor regajo. También me obsequiaron un ramo de rosas, un cactus y unas ramas de rosas silvestres. Fueron los primeros saludos del día, ya que más tarde habría bastante más. Papá y mamá me entregaron numerosos regalos y mis amigos
tampoco se quedaron atrás en materia de mimarme.
Entre otras cosas me regalaron un libro titulado, "Cámara Oscura", un juego de mesa, muchas golosinas, un rompecabezas, un broche, las "Sagas y Leyendas de Holanda" de Joseph Cohén, otro libro encantador, "Las Vacaciones de Daisy en la Montaña" y algún dinero. Con éste me compré las leyendas mitológicas griegas y romanas. ¡Fantástico!
Enseguida vino Lies y partimos juntas a la escuela. Comencé siguiendo el ritual holandés de obsequiar golosinas a mis maestros y compañeros de clase y luego nos pusimos a trabajar.
¡Y, basta por hoy. Estoy tan contenta de tenerte!

Lunes 15 de junio de 1942
El sábado por la tarde ofrecí una fiesta de cumpleaños. Exhibimos una película, "El Guardafaro" (con Rin-tin-tin), que gustó mucho a mis amigas. ¡Nos entretuvimos como locas! Había muchos jóvenes y jovencitas. Mamá siempre quiere saber con quién pienso casarme más adelante. Creo que se extrañaría bastante si supiera que es con Peter Wessel con quien me casaría, pues siempre me hago la tonta cuando me pregunta. Con Lies Goosens y Sanne Houtman somos compañeras de clase desde hace diez años y ellas son muy buenas amigas. Entretanto conocí a Jopie van der Waal en el Liceo Judío. Nos juntamos bastante y ella es ahora mi mejor amiga. Lies ha trabado una amistad profunda con otra chica y Sanne va a otro colegio y se ha hecho de nuevas amigas.

Sábado 20 de junio de 1942
No he anotado nada durante un par de días, pues quise reflexionar sobre el significado y la finalidad de un diario de vida. Me causa una sensación extraña el hecho de comenzar a llevar un diario. Y no sólo por el hecho de que nunca había "escrito". Supongo que más adelante ni yo ni nadie tendrá algún interés en los exabruptos emocionales de una chiquilla de trece años. Pero eso en realidad poco importa. Tengo deseos de escribir y, ante todo, quiero sacarme algún peso del corazón.
"El papel es más paciente que los seres humanos", pensaba a menudo, cuando apoyaba melancólicamente la cabeza en mis manos ciertos días en que no sabía qué hacer. Primero deseaba quedarme en casa, enseguida salir a la calle, y casi siempre seguía sentada donde mismo empollando mis tribulaciones.
¡Sí, el papel es paciente! No tengo la menor intención de mostrar alguna vez este cuaderno empastado con el altisonante nombre de "Diario de Vida", salvo que fuera a LA amiga o EL amigo. Y seguramente no le interesará mucho a nadie.
Y ahora he llegado al punto alrededor del cual gira todo este asunto de mi diario de vida: ¡en realidad no tengo amiga! Quiero explicar esto en más detalle, pues nadie comprende que una muchacha de sólo trece años se sienta tan sola. Y, por cierto, llama la atención. Tengo padres, amorosos y querendones, una hermana de 16 años y, si los sumo, unos treinta conocidos, más o menos. Tengo una corte de admiradores que me dan en todos los gustos y que durante las horas de clase suelen manipular algún espejito de bolsillo hasta que logran capturar una sonrisa mía. Tengo parientes, unos tíos y unas tías realmente
encantadores, una linda casa y, en realidad, no me falta nada, salvo... ¡una amiga! Con ninguno de mis conocidos puedo hacer otras cosas que bromear o cometer disparates. Me es imposible expresarme de veras y me siento interiormente abotonada. Tal vez esa falta de confianza sea un problema mío, pero las cosas son así, lamentablemente, y no logro superar mi condición.
Por eso el diario. Con el fin de exacerbar aún más en mí la idea de la amiga ausente, no anotaré sólo hechos en mi diario, como suele hacer el grueso de la gente, sirio que este diario mismo será mi amiga y esa amiga habrá de llamarse ¡KITTY!
***
Nadie sería capaz de comprender mis conversaciones con Kitty si no cuento antes algo de mí. Muy a mi pesar narraré brevemente lo que ha sido mi vida hasta ahora.
Cuando se casaron mis padres, papá tenía 36 años y mamá 25. Mi hermana Margo t nació en Frankfurt del Meno en 1926. Yo nací el 12 de junio de 1929. Por ser judíos debimos emigrar a Holanda en 1933, país en que mi padre asumió el cargo de director de Travis, S.A. Esta colabora estrechamente con la firma Kolen & Co., cuyas oficinas están en el mismo edificio.
Nuestra vida transcurrió llena de sobresaltos, pues nuestros parientes que no salieron de Alemania cayeron bajo el peso de la persecución desencadenada por las leyes de Hitler. Tras elprogrom de 1938, los dos hermanos de mamá huyeron a América. Nuestra abuela se refugió con nosotros. Entonces tenía 73 años. Después de 1940 terminaron los buenos tiempos. Primero vino la guerra, luego la rendición, enseguida la entrada de los alemanes a Holanda. Y así comenzó la miseria. Un decreto dictatorial siguió a otro y los judíos se vieron especialmente afectados. Tuvieron que llevar una estrella amarilla en su vestimenta, entregar sus bicicletas y ya no podían viajar en tranvía, para no hablar de automóviles. Los judíos sólo podían hacer
compras entre 3 y 5 de la tarde, y sólo en tiendas judías. No podían salir a la calle después de las ocho de la tarde y tampoco salir a sus balcones o jardines después de esa hora. Los judíos tenían vedados los teatros y los cines, así como cualquier otro lugar de entretenimiento público. No podían ya nadar en las albercas públicas o practicar el tenis o el hockey. Se les prohibieron todos los deportes. Los judíos tenían prohibido visitar a sus amigos cristianos. Los niños judíos deben acudir exclusivamente a escuelas judías. Así se amontonan las prohibiciones arbitrarias. Toda nuestra vida estaba sometida a este tipo de presiones. Jopie suele decirme: "Ya no me atrevo a hacer casi nada, pues siempre pienso que puede estar prohibido".
Abuela murió en enero de este año. Nadie sabe cuánto la quería y cuánto la echo de menos. En 1934 ingresé al jardín infantil del Colegio Montessori y después seguí allí. El año pasado tuve a la directora, la Sra, K., corrió jefa de mi clase. Al concluir el año nos despedimos emocionadas y lloramos largo rato abrazadas.
Margot y yo debimos proseguir nuestros estudios en el Liceo Judío a partir de 1941.
Nosotros cuatro estamos bien ahora, y así llegó el momento actual y prosigo mi diario.

Sábado 20 de junio de 1942
Querida Kitty:
Comienzo de inmediato. Hay tanta paz ahora. Papá y mamá han salido y Margot está donde una amiga jugando al pin-pón. Últimamente también yo me he aficionado bastante a ese juego. Dado que nosotros, los jugadores de pin-pón, somos tremendamente dados a tomar helados, nuestras partidas suelen terminar con una excursión a las heladerías todavía permitidas para los judíos: la "Delfi" y el "Oasis". Nunca nos preocupamos demasiado por si llevamos suficiente dinero en el monedero, puesto que entre los clientes de las heladerías suelen haber amables caballeros de nuestro círculo de conocidos o algún admirador perdido, los que siempre nos ofrecen más helado del que realmente podemos tomar.
Supongo que debe sorprenderte oírme hablar, a mi edad, de admiradores. Desafortunadamente es un mal inevitable en nuestra escuela. Cuando un compañero me propone acompañarme a casa en bicicleta y se entabla una conversación, nueve de cada diez veces, se trata de un muchacho enamoradizo y ya no deja de mirarme. Al cabo de un tiempo el arrebato comienza a disminuir, especialmente porque yo no presto demasiada atención a sus miradas ardientes y sigo pedaleando a toda velocidad. Cuando el joven no cesa en sus intenciones, yo me balanceo un poco sobre mi bicicleta, se cae mi cartera y el muchacho se ve obligado a bajarse para recogerla, tras lo cual me las ingenio para cambiar en seguida de conversación.
Esto es lo que sucede con los más cándidos. Hay otros, por supuesto, que me tiran besos o tratan de apoderarse de mi brazo, pero ésos equivocan el camino. Bajo diciendo que puedo pasarme sin su compañía, o bien me considero ofendida, y les digo claramente que se vayan a su casa.
Bueno, la base de nuestra amistad ha quedado establecida. ¡Hasta mañana, Kitty!
ANA

Domingo 21 de junio de 1942
Querida Kitty:
Toda nuestra clase tiembla, pues pronto se reunirá el consejo de profesores. La mayoría de los alumnos se pasan el tiempo haciendo apuestas sobre los que pasarán de curso. Nuestros dos vecinos de banco, Wim y Jacques, que han apostado el uno al otro su capital de vacaciones, nos divierten mucho a Miep de Jong y a mí. De la mañana a la noche se les oye decir: "Tú pasarás". "No". "Sí". Ni las miradas de Miep, implorando silencio, ni mis accesos de ira correctora pueden calmarlos.
Personalmente pienso que la mitad de nuestra clase debería repetir, visto el número de holgazanes que en ella hay, pero los profesores son la gente más caprichosa del mundo; pero quizá por esta vez actúen en el sentido adecuado.
En cuanto a mí, no tengo mucho miedo; creo que saldré del paso. Me entiendo bastante bien con todos mis profesores, que son nueve en total, siete hombres y dos mujeres. El viejo señor Kepler, el profesor de matemática, anduvo muy enfadado conmigo durante un tiempo porque yo charlaba demasiado. Finalmente me impuso un castigo: escribir una composición sobre el tema: Una charlatana. ¡Una charlatana! ¿Qué podía escribirse sobre eso? Ya veríamos luego; después de haberlo anotado en mi cuaderno, traté de quedarme callada.
Por la tarde, en casa, terminados todos mis deberes, mi mirada tropezó con la anotación de la composición. Me puse a reflexionar mordiendo la punta de mi estilográfica. Evidentemente, yo podía, con letra grande, separando las palabras todo lo posible, garabatear algunos disparates y llenar las tres páginas fijadas, pero la dificultad residía en demostrar de manera irrefutable la necesidad de hablar. Seguí pensando y, de repente, encontré la solución que me dejó satisfecha. Argumenté que la charla excesiva es un defecto femenino, que yo me esforzaría por corregir un poco, aunque sin librarme de él totalmente, pues mi propia madre habla tanto como yo, si no más; en consecuencia poco puede hacerse por remediarlo, ya que se trata de un defecto heredado.
Mi argumento hizo reír mucho al señor Kleper; pero, cuando en la clase siguiente yo reincidí en mi parloteo, me impuso una segunda composición. Tema: Una charlatana incorregible. Volví a salir del paso, después de lo cual el señor Kepler no se quejó durante dos lecciones. A la tercera realmente exageré.
—Ana, otro castigo por charlar. Tema: Cua, cua, cua, dice la señora Patagua.
Carcajada general. Yo me eché a reír con mis compañeros, aunque sabía que mi imaginación estaba agotada sobre el tema. Necesitaba encontrar algo nuevo, algo original. La casualidad vino en mi ayuda. Mi amiga Sanne, buena poeta, se ofreció a redactar la composición en verso, de principio a fin. Me alegré...
¿Klepler quería burlarse de mí? Me vengaría, burlándome yo de él dos o tres veces mejor.

Domingo 5 de julio de 1942
Querida Kitty:
La fiesta de graduación de curso transcurrió como deseaba. Mis notas no son del todo malas, tengo un insuficiente, un 5 en álgebra, un 6 en dos asignaturas, y en las otras varios 7 y dos 8. Diez es la nota máxima. En casa estaban muy contentos, pues, a propósito de puntos mis padres no son como los demás. Al parecer, les importa poco que las notas sean buenas o malas. Para ellos basta con que yo esté bien y me sienta feliz, y que no sea insolente; lo demás, según ellos, se arreglará solo. En cuanto a mí, opino lo contrario; no quiero ser mala alumna después de haber sido admitida provisionalmente en el liceo, puesto que he saltado un año al salir de la Escuela Montessori. Pero con el traslado de todos los niños judíos a las escuelas judías, el director del liceo, después de alguna presión, consintió en recibirme, lo mismo que a Lies, a título de prueba. Yo no quería defraudar la confianza del director. El resultado de Margot es brillante, como siempre.
Si la promoción cum laude existiera en el liceo, ella la habría obtenido ¡tiene una cabecita tan inteligente!
Papá, en estos últimos tiempos, se queda a menudo en casa porque ya no puede bajar oficialmente al negocio. ¡Qué sensación tan desagradable debe ser la de sentirse inútil! El señor Koophuis ha retomado la empresa Travies y el señor Kraler la firma Kolen & Cía. El otro día, cuando nos paseábamos alrededor de nuestra plaza, papá empezó a hablar de la clandestinidad. Decía que iba a ser muy difícil para nosotros vivir completamente separados del mundo exterior.
—¿Por qué hablar de eso? —le pregunté.
—Escucha, Ana —repuso—, tú sabes bien que, desde hace más de un año, nosotros transportamos muebles, ropas y enseres a casa de otra gente. No queremos que nuestros bienes caigan en manos de los alemanes, y menos aún  queremos ser nosotros quienes caigamos en sus garras. No los esperaremos para irnos. No dejaremos que nos detengan.
—Pero, papá, ¿para cuándo será eso?
Las palabras y la seriedad de mi padre me habían angustiado.
—No te inquietes. Nosotros nos ocuparemos de todo. Diviértete y aprovecha tu libertad todo el tiempo que aún puedas hacerlo.
Eso fue todo. ¡Ojalá esos sombríos días estén aún distantes!
Tuya,
ANA

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