25 feb 2012

Ciencia y Paradigmas


La reflexión sobre la Ciencia
Prof. Andrés Luetich 7 de octubre de 2002


1. Introducción
Las primeras reflexiones referidas al modo de conocer de la Ciencia destacaban su prescindencia de toda teorización previa. La experiencia era vista como el punto de partida y la labor del intelecto consistía sólo en captar las repeticiones, las relaciones causales y —cuando ello era posible— expresarlas por medio de leyes universales. Estas leyes tenían siempre un carácter provisorio, pues su vigencia estaba supeditada a la concordancia de sus predicciones con los resultados de nuevas experiencias.
El compromiso del científico era ser fiel a la experiencia, al objeto de conocimiento —ser objetivo—. El sujeto debía reducirse a la mínima expresión, de modo que prejuicios, opiniones y gustos cedieran su lugar a la razón, que como una tabla rasa debía enfrentarse a los datos de los sentidos para encontrar en ellos la verdad.
Surgía así una nueva etapa en la historia de la humanidad. Quedaban atrás las oscuras sombras de la tradición y la revelación. Comenzaba el tiempo de la razón, de las luces, del saber fundado y accesible a todos, ya que, según Descartes (padre de la Modernidad), «No hay nada mejor repartido entre los hombres que la razón». El tiempo que había mediado entre la Antigüedad Clásica (revalorizada desde el Renacimiento) y la nueva etapa iluminista pasaba a ser considerado un tiempo de oscuridad, de desorden, de barbarie, y recibía —con tono despectivo— el mote de Medieval.
La solidez de la Ciencia residía en el respaldo empírico. Toda afirmación científica emergía de un cúmulo de observaciones y recibía de él su validez. El valor de la experiencia sensible se debe a  que ella es externa y, por lo tanto, comunicable y perceptible para todo sujeto en condiciones similares. La Ciencia producía entonces un conocimiento de validez universal, pues no exigía del observador compartir creencias o juicios de valor con quien había formulado una proposición, sino simplemente hacer uso de un lenguaje común y una metodología aceptada.
Hume: primer llamado de atención
Cuando Hume llama la atención sobre el hecho de que la Ciencia va más allá de los datos de la experiencia, hace temblar sus bases.
La Ciencia busca establecer leyes causales. Estas leyes son entendidas por la Ciencia como generalizaciones de las relaciones causales observadas en la experiencia. Sin embargo, Hume señala que la causalidad escapa a la experiencia, que tiene un origen diverso de ella y que es aportada por el sujeto sin otro fundamento que la costumbre y la conveniencia.
Hume destaca que de la relación causal no tenemos percepción. Vemos que algo ocurre primero y algo después, pero no vemos que lo segundo se deba a lo primero. En todo caso podemos decir que siempre que hemos visto que sucedía A acto seguido ha sucedido B. Pero que B es consecuencia de A y que siempre después de A se dará B, es algo que no podemos afirmar basados en el solo dato empírico. La Ciencia va más allá de los sentidos. El sujeto interviene en la construcción de la Ciencia con sus costumbres y necesidades, buscando un conocimiento que le permita operar efectivamente y con éxito: en este sentido no se diferencia del conocimiento vulgar.
  
2. La irrupción del sujeto
Kant: la revolución copernicana
Kant dijo que al leer a Hume se despertó de su "sueño dogmático". La concepción de la verdad como una realidad exterior al hombre que éste podía apropiarse mediante la observación había sido minada por el empirista inglés. De todos modos, Kant nunca dudó de la Ciencia. Por entonces Newton demostraba que la Ciencia estaba viva, como una realidad pujante, imparable. No era necesario demostrar su posibilidad, sino sus "condiciones de posibilidad". ¿Cómo es posible la Ciencia? ¿Cómo responder a la crítica de Hume que parecía reducirla a mera costumbre?
Así se produjo la "revolución copernicana" del filósofo de Könisberg: la centralidad en el conocer no estaba ya en el objeto (como creían realistas, empiristas e idealistas) sino en el sujeto. El sujeto no es mero espectador, es constructor del objeto del conocimiento. Sin sus estructuras a priori, el sujeto jamás conocería. Las estructuras a priori (previas a la experiencia) del sujeto son la condición de posibilidad de todo conocimiento. El intelecto conoce el objeto (fenómeno) —que construye a partir del caos de sensaciones que le envían los sentidos— aplicando sus formas a priori de la sensibilidad (espacio y tiempo). Las categorías del entendimiento permiten pensar los objetos profundizando en ellos y en sus relaciones.
Entre las categorías a priori del entendimiento se encuentran las de causa y efecto. Es decir que el Principio de Causalidad, central para la tarea de la Ciencia, no es más visto como un principio que rige a la cosa en sí (noúmeno) —ahora desconocida— ni tampoco como un fruto de la mera costumbre: es una estructura del sujeto trascendental, que rige todo conocimiento y es compartida por todos los sujetos empíricos, limitando su campo de validez a los fenómenos.
Asumiendo la crítica de Hume, Kant elaboró una nueva Teoría del Conocimiento que daba cuenta del conocimiento científico y restringía notoriamente al conocimiento filosófico. La Ciencia es un conocimiento de fenómenos, de validez universal, para todo sujeto. Sus contenidos no están regidos por la opinión o la costumbre: se rigen por estructuras que son previas a toda experiencia científica o personal. El sujeto es quien construye el conocimiento. La observación y la inducción no son negadas, pero se dan respecto del fenómeno —construido por el sujeto— para el cual rige el Principio de Causalidad, que es aportado por el mismo sujeto.
Sin embargo, este sujeto que construye al objeto no es un sujeto situado, particular. Es el sujeto trascendental, condición de posibilidad de todo conocimiento. Hemos llegado a una visión centrada en el sujeto, pero aún no hemos arribado a una concepción histórica y situada del sujeto mismo.
Popper: la Ciencia como saber hipotético deductivo
Popper rompe definitivamente con el inductivismo al describir el modo en que el científico aborda el dato empírico. Según lo hizo notar Popper, el científico se enfrenta a los datos de la experiencia desde un planteo teórico. Es éste el que le permite distinguir qué hechos serán relevantes y qué debe registrar y medir. La experiencia es, en primer lugar, fuente de problemas y de inspiración para el científico, pero lo puramente científico comienza con la formulación de una hipótesis falsable, es decir, apta para ser refutada por una evidencia empírica. La experiencia científica ocupa así un segundo lugar y, sin dejar de ser importante, viene a corroborar o refutar las hipótesis del científico.
La Ciencia ya no es tal por tener a la experiencia como su única fuente. Su nota distintiva está en ser un saber que se somete a la experiencia como criterio de verdad, pero que se construye desde el sujeto que formula las afirmaciones.
Gadamer: la dimensión histórica del sujeto
Dilthey introdujo en la reflexión filosófica contemporánea el concepto de "conciencia histórica". A través de Heidegger, su influencia se hace sentir en Gadamer, principal referente de la corriente hermenéutica contemporánea.
Con Gadamer y su obra fundamental, Verdad y método, cae uno de los prejuicios más arraigados desde el Iluminismo: el prejuicio respecto de los prejuicios. El deseo o la necesidad de romper con un pasado que rechazaban llevó a los racionalistas del siglo XVIII a imaginar que era posible para la conciencia volver a empezar. Buscar un fundamento exclusivamente racional y desde allí, dejarse informar por la verdad, sin rastros del vetusto oscurantismo anterior.
Hans-Georg Gadamer muestra, en la obra antes citada, cuán necesario es el juicio previo para afrontar una realidad, cuán imposible es desprenderse totalmente de él. El juicio previo es condición de posibilidad de toda comprensión. La herencia recibida, portadora de un sinnúmero de prejuicios, es sin embargo una herencia enriquecedora. La clave no está en rechazar lo recibido sino en tener frente a ello una actitud crítica, en explicitar, sacar a la luz nuestros prejuicios y admitir que pueden no coincidir con aquello que pretenden mostrar.
Este pensamiento permite tener una actitud menos soberbia respecto del pasado y de nuestras capacidades de conocer desde una visión aséptica y desencarnada. Reconocernos situados en un tiempo y portadores de un cúmulo de prejuicios que nos permiten conocer.
  
3. La irrupción de la comunidad científica
Kuhn: el concepto de paradigma
Thomas Kuhn abordó la Ciencia desde una perspectiva nueva. No se limitó a analizar la labor del científico aislado, en relación con las hipótesis y la experiencia. Kuhn centró su atención en la comunidad científica. A fin de cuentas, una verdad es tenida por científica cuando el conjunto de la comunidad científica la tiene por tal. De hecho, muchas afirmaciones hoy consideradas científicas, durante muchos años no fueron tenidas por tales.
En su estudio, Kuhn descubrió que en los períodos normales, cada ciencia tiene un "paradigma" que la reúne y la organiza. Los científicos encuentran en esa experiencia arquetípica la referencia para su propio obrar. El paradigma indica qué ha de ser estudiado y de qué manera. Y mientras las experiencias y datos que contradigan al paradigma no sean muy significativos, el mismo seguirá rigiendo esa ciencia. No basta con un dato, un experimento, un hecho que contradiga al paradigma para que este caiga. El incremento de anomalías puede generar la propuesta de un nuevo paradigma, que venga a dar respuesta a lo que el paradigma anterior explicaba y a lo que no explicaba. Así se gestan los procesos revolucionarios y la Ciencia avanza por acumulación, durante la vigencia de un paradigma, pero, sobre todo, por revolución, por cambio de paradigmas.
La Ciencia es un fenómeno social. No basta para comprenderla con hacer hincapié solamente en la experiencia, o en el rol del sujeto que formula hipótesis: es necesario comprender que ese sujeto (el científico) se encuentra situado en un tiempo y en referencia a una comunidad.


BIBLIOGRAFÍA
  • Colomer, E. 1990 El pensamiento alemán de Kant a Heidegger, tomo III
    Barcelona: Herder
  • Chalmers, A. 1988 ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?
    Buenos Aires: Siglo XXI
  • Kuhn, Th. 1994 La revolución copernicana
    Barcelona: Planeta-Agostini

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