La reflexión sobre la Ciencia
1. Introducción
Las primeras reflexiones referidas al modo de conocer de la Ciencia
destacaban su prescindencia de toda teorización previa. La experiencia era
vista como el punto de partida y la labor del intelecto consistía sólo en
captar las repeticiones, las relaciones causales y —cuando ello era posible—
expresarlas por medio de leyes universales. Estas leyes tenían siempre un
carácter provisorio, pues su vigencia estaba supeditada a la concordancia de
sus predicciones con los resultados de nuevas experiencias.
El compromiso del científico era ser fiel a la experiencia, al objeto
de conocimiento —ser objetivo—. El sujeto debía reducirse a la mínima
expresión, de modo que prejuicios, opiniones y gustos cedieran su lugar a la
razón, que como una tabla rasa debía enfrentarse a los datos de los sentidos
para encontrar en ellos la verdad.
Surgía así una nueva etapa en la historia de la humanidad. Quedaban
atrás las oscuras sombras de la tradición y la revelación. Comenzaba el tiempo
de la razón, de las luces, del saber fundado y accesible a todos, ya que, según
Descartes (padre de la Modernidad), «No
hay nada mejor repartido entre los hombres que la razón». El tiempo que había
mediado entre la Antigüedad Clásica (revalorizada desde el Renacimiento) y la
nueva etapa iluminista pasaba a ser considerado un tiempo de oscuridad, de
desorden, de barbarie, y recibía —con tono despectivo— el mote de Medieval.
La solidez de la Ciencia residía en el respaldo empírico. Toda
afirmación científica emergía de un cúmulo de observaciones y recibía de él su
validez. El valor de la experiencia sensible se debe a que ella es
externa y, por lo tanto, comunicable y perceptible para todo sujeto en
condiciones similares. La Ciencia producía entonces un conocimiento de validez
universal, pues no exigía del observador compartir creencias o juicios de valor
con quien había formulado una proposición, sino simplemente hacer uso de un
lenguaje común y una metodología aceptada.
Hume: primer llamado de atención
Cuando Hume llama la atención sobre el
hecho de que la Ciencia va más allá de los datos de la experiencia, hace
temblar sus bases.
La Ciencia busca establecer leyes causales. Estas leyes son entendidas
por la Ciencia como generalizaciones de las relaciones causales observadas en
la experiencia. Sin embargo, Hume señala que la causalidad escapa a la
experiencia, que tiene un origen diverso de ella y que es aportada por el
sujeto sin otro fundamento que la costumbre y la conveniencia.
Hume destaca que de la relación causal no tenemos percepción. Vemos
que algo ocurre primero y algo después, pero no vemos que lo segundo se deba a
lo primero. En todo caso podemos decir que siempre que hemos visto que sucedía A
acto seguido ha sucedido B. Pero que B es consecuencia de A
y que siempre después de A se dará B, es algo que no podemos
afirmar basados en el solo dato empírico. La Ciencia va más allá de los
sentidos. El sujeto interviene en la construcción de la Ciencia con sus
costumbres y necesidades, buscando un conocimiento que le permita operar
efectivamente y con éxito: en este sentido no se diferencia del conocimiento
vulgar.
2. La irrupción del sujeto
Kant: la revolución copernicana
Kant dijo que al leer a Hume se
despertó de su "sueño dogmático". La concepción de la verdad como una
realidad exterior al hombre que éste podía apropiarse mediante la observación
había sido minada por el empirista inglés. De todos modos, Kant nunca dudó de
la Ciencia. Por entonces Newton demostraba que la Ciencia
estaba viva, como una realidad pujante, imparable. No era necesario demostrar
su posibilidad, sino sus "condiciones de posibilidad". ¿Cómo es
posible la Ciencia? ¿Cómo responder a la crítica de Hume que parecía reducirla
a mera costumbre?
Así se produjo la "revolución copernicana" del filósofo de
Könisberg: la centralidad en el conocer no estaba ya en el objeto (como creían
realistas, empiristas e idealistas) sino en el sujeto. El sujeto no es mero
espectador, es constructor del objeto del conocimiento. Sin sus estructuras a
priori, el sujeto jamás conocería. Las estructuras a priori (previas
a la experiencia) del sujeto son la condición de posibilidad de todo
conocimiento. El intelecto conoce el objeto (fenómeno) —que construye a partir
del caos de sensaciones que le envían los sentidos— aplicando sus formas a
priori de la sensibilidad (espacio y tiempo). Las categorías del
entendimiento permiten pensar los objetos profundizando en ellos y en sus
relaciones.
Entre las categorías a priori del entendimiento se encuentran
las de causa y efecto. Es decir que el Principio de Causalidad, central para la
tarea de la Ciencia, no es más visto como un principio que rige a la cosa en sí
(noúmeno) —ahora desconocida— ni tampoco como un fruto de la mera costumbre: es
una estructura del sujeto trascendental, que rige todo conocimiento y es
compartida por todos los sujetos empíricos, limitando su campo de validez a los
fenómenos.
Asumiendo la crítica de Hume, Kant elaboró una nueva Teoría del Conocimiento que daba cuenta del
conocimiento científico y restringía notoriamente al conocimiento filosófico.
La Ciencia es un conocimiento de fenómenos, de validez universal, para todo
sujeto. Sus contenidos no están regidos por la opinión o la costumbre: se rigen
por estructuras que son previas a toda experiencia científica o personal. El
sujeto es quien construye el conocimiento. La observación y la inducción no son
negadas, pero se dan respecto del fenómeno —construido por el sujeto— para el
cual rige el Principio de Causalidad, que es aportado por el mismo sujeto.
Sin embargo, este sujeto que construye al objeto no es un sujeto
situado, particular. Es el sujeto trascendental, condición de posibilidad de
todo conocimiento. Hemos llegado a una visión centrada en el sujeto, pero aún
no hemos arribado a una concepción histórica y situada del sujeto mismo.
Popper: la Ciencia como saber hipotético deductivo
Popper rompe definitivamente con el inductivismo al describir el modo
en que el científico aborda el dato empírico. Según lo hizo notar Popper, el
científico se enfrenta a los datos de la experiencia desde un planteo teórico.
Es éste el que le permite distinguir qué hechos serán relevantes y qué debe
registrar y medir. La experiencia es, en primer lugar, fuente de problemas y de
inspiración para el científico, pero lo puramente científico comienza con la
formulación de una hipótesis falsable, es decir, apta para ser refutada
por una evidencia empírica. La experiencia científica ocupa así un segundo
lugar y, sin dejar de ser importante, viene a corroborar o refutar las
hipótesis del científico.
La Ciencia ya no es tal por tener a la experiencia como su única
fuente. Su nota distintiva está en ser un saber que se somete a la experiencia
como criterio de verdad, pero que se construye desde el sujeto que formula las
afirmaciones.
Gadamer: la dimensión histórica del sujeto
Dilthey introdujo en la reflexión filosófica contemporánea el concepto
de "conciencia histórica". A través de Heidegger, su influencia se hace sentir
en Gadamer, principal referente de la
corriente hermenéutica contemporánea.
Con Gadamer y su obra fundamental, Verdad y método, cae uno de
los prejuicios más arraigados desde el Iluminismo: el prejuicio respecto de los
prejuicios. El deseo o la necesidad de romper con un pasado que rechazaban
llevó a los racionalistas del siglo XVIII a imaginar que era posible para
la conciencia volver a empezar. Buscar un fundamento exclusivamente racional y
desde allí, dejarse informar por la verdad, sin rastros del vetusto
oscurantismo anterior.
Hans-Georg Gadamer muestra, en la obra antes citada, cuán necesario es
el juicio previo para afrontar una realidad, cuán imposible es desprenderse
totalmente de él. El juicio previo es condición de posibilidad de toda
comprensión. La herencia recibida, portadora de un sinnúmero de prejuicios, es
sin embargo una herencia enriquecedora. La clave no está en rechazar lo
recibido sino en tener frente a ello una actitud crítica, en explicitar, sacar
a la luz nuestros prejuicios y admitir que pueden no coincidir con aquello que
pretenden mostrar.
Este pensamiento permite tener una actitud menos soberbia respecto del
pasado y de nuestras capacidades de conocer desde una visión aséptica y
desencarnada. Reconocernos situados en un tiempo y portadores de un cúmulo de
prejuicios que nos permiten conocer.
3. La irrupción de la comunidad científica
Kuhn: el concepto de paradigma
Thomas Kuhn abordó la Ciencia desde una perspectiva nueva. No se
limitó a analizar la labor del científico aislado, en relación con las
hipótesis y la experiencia. Kuhn centró su atención en la comunidad científica.
A fin de cuentas, una verdad es tenida por científica cuando el conjunto de la
comunidad científica la tiene por tal. De hecho, muchas afirmaciones hoy
consideradas científicas, durante muchos años no fueron tenidas por tales.
En su estudio, Kuhn descubrió que en los períodos normales, cada
ciencia tiene un "paradigma" que la reúne y la organiza. Los
científicos encuentran en esa experiencia arquetípica la referencia para su
propio obrar. El paradigma indica qué ha de ser estudiado y de qué manera. Y
mientras las experiencias y datos que contradigan al paradigma no sean muy
significativos, el mismo seguirá rigiendo esa ciencia. No basta con un dato, un
experimento, un hecho que contradiga al paradigma para que este caiga. El
incremento de anomalías puede generar la propuesta de un nuevo paradigma, que
venga a dar respuesta a lo que el paradigma anterior explicaba y a lo que no
explicaba. Así se gestan los procesos revolucionarios y la Ciencia avanza por
acumulación, durante la vigencia de un paradigma, pero, sobre todo, por
revolución, por cambio de paradigmas.
La Ciencia es un fenómeno social. No basta para comprenderla con hacer
hincapié solamente en la experiencia, o en el rol del sujeto que formula
hipótesis: es necesario comprender que ese sujeto (el científico) se encuentra
situado en un tiempo y en referencia a una comunidad.
BIBLIOGRAFÍA
- Colomer,
E. 1990 El pensamiento alemán de Kant a Heidegger, tomo III
Barcelona: Herder - Chalmers,
A. 1988 ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?
Buenos Aires: Siglo XXI - Kuhn,
Th. 1994 La revolución copernicana
Barcelona: Planeta-Agostini
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