27 feb 2012

Experimentos en Psicología


Experimentos en psicologia

La obediencia a la autoridad: los experimentos de Milgram

 Autora: Ana Muñoz, psicóloga, directora de Cepvi.com
¿Podría una persona normal llegar a torturar o asesinar a alguien sólo por obedecer órdenes o tendríamos que llegar a la conclusión de que se trata de un perturbado? Cuando un psicólogo llamado Milgram trató de responder a esta pregunta, él mismo quedó sorprendido ante los resultados.

    Cuando, a finales de los años sesenta, Adolf Eichmann fue juzgado por los crímenes contra la humanidad cometidos durante el régimen nazi, el mundo entero se preguntó cómo era posible que alguien llegara a cometer semejantes atrocidades a millones de personas inocentes. Muchos pensaron que Eichmann tenía que ser un loco o un sádico y que no era posible que fuese como el resto de las personas normales que caminan junto a nosotros cada día por las calles, se sientan en la mesa de al lado en nuestro restaurante o viven en el piso de arriba en nuestro mismo edificio. Sin embargo, nada hacía pensar que Eichmann fuese distinto a los demás. Parecía ser un hombre completamente normal e incluso aburrido. Un padre de familia que había vivido una vida corriente y que afirmaba no tener nada en contra de los judíos. Cada vez que le preguntaban por el motivo de su comportamiento, él respondía con la misma frase: "cumplía órdenes".
    A raíz de esto, un psicólogo social norteamericano llamado Stanley Milgram empezó a hacerse preguntas acerca de la obediencia a la autoridad y a plantearse si cualquiera de nosotros seríamos capaces de llegar a la tortura y el asesinato sólo por cumplir órdenes. Él pensaba que la respuesta a esta pregunta sería un rotundo no, sobre todo en un país como Estados Unidos, donde se da gran importancia a la individualidad, la autonomía y la independencia de las personas, y más aún en el caso de que las órdenes implicaran hacer daño a alguien.
    Para comprobarlo diseñó un experimento que se llevó a cabo en un laboratorio de la universidad de Yale. Los resultados fueron tan sorprendentes que dejaron boquiabierta no sólo a la comunidad científica, sino también al público en general, que llegó a tener conocimiento de dicho experimento debido a la gran atención que le prestaron los medios de comunicación, llegando a convertirse en el experimento más famoso dentro del campo de la psicología social.

 El experimento
    A través de anuncios en un periódico de New Haven, Connecticut, Milgram seleccionó a un grupo de hombres de todo tipo de entre 25 y 50 años de edad a quienes pagaron cuatro dólares y una dieta por desplazamiento por participar en un estudio sobre "la memoria y el aprendizaje". Estas personas no sabían que en realidad iban a participar en una investigación sobre la obediencia, pues dicho conocimiento habría influido en los resultados del experimento, impidiendo la obtención de datos fiables.
    Cuando el participante (o sujeto experimental) llega al impresionante laboratorio de Yale, se encuentra con un experimentador (un hombre con una bata blanca) y un compañero que, como él, iba a participar en la investigación. Mientras que el compañero parece estar un poco nervioso, el experimentador se muestra en todo momento seguro de sí mismo y les explica a ambos que el objetivo del experimento es comprender mejor la relación que existe entre el castigo y el aprendizaje. Les dice que es muy poca la investigación que se ha realizado hasta el momento y que no se sabe cuánto castigo es necesaria para un mejor aprendizaje.
    Uno de los dos participantes sería elegido al azar para hacer de maestro y al otro le correspondería el papel de alumno. La tarea del maestro consistía en leer pares de palabras al alumno y luego éste debería ser capaz de recordar la segunda palabra del par después de que el maestro le dijese la primera. Si fallaba, el maestro tendría que darle una descarga eléctrica como una forma de reforzar el aprendizaje.
    Ambos introducen la mano en una caja y sacan un papel doblado que determinará sus roles en el experimento. En el de nuestro sujeto experimental está escrita la palabra maestro. Los tres hombres se dirigen a una sala adyacente donde hay una aparato muy similar a una silla eléctrica. El alumno se sienta en ella y el experimentador lo ata con correas diciendo que es "para impedir un movimiento excesivo". Luego le coloca un electrodo en el brazo utilizando una crema "para evitar que se produzcan quemaduras o ampollas". Afirma que las descargas pueden ser extremadamente dolorosas pero que no causarán ningún daño permanente. Antes de comenzar, les aplica a ambos una descarga de 45 voltios para "probar el equipo", lo cual permite al maestro comprobar la medianamente desagradable sensación a la que sería sometido el alumno durante la primera fase del experimento. En la máquina hay 30 llaves marcadas con etiquetas que indican el nivel de descarga, comenzando con 15 voltios, etiquetado como descarga leve, y aumentando de 15 en 15 hasta llegar a 450 voltios, cuya etiqueta decía "peligro: descarga severa". Cada vez que el alumno falle, el maestro tendrá que aplicarle una descarga que comenzará en el nivel más bajo e irá aumentando progresivamente en cada nueva serie de preguntas.
    El experimentador y el maestro vuelven a la habitación de al lado y el experimento comienza. El maestro lee las palabras a través de un micrófono y puede escuchar las respuestas del alumno. Los errores iniciales son castigados con descargas leves, pero conforme el nivel de descarga aumenta, el maestro empieza a escuchar sus quejas, concretamente a los 75 voltios. En este momento el maestro empieza a ponerse nervioso pero cada vez que duda, el experimentador le empuja a continuar. A los 120 voltios el alumno grita diciendo que las descargas son dolorosas. A los 135 aúlla de dolor. A los 150 anuncia que se niega a continuar. A los 180 grita diciendo que no puede soportarlo. A los 270 su grito es de agonía, y a partir de los 300 voltios está con estertores y ya no responde a las preguntas.
    El maestro, así como el resto de personas que hacen de maestros durante el experimento, se va sintiendo cada vez más ansioso. Muchos sonríen nerviosamente, se retuercen las manos, tartamudean, se clavan las uñas en la carne, piden que se les permita abandonar e incluso algunos se ofrecen para ocupar el lugar de alumno. Pero cada vez que el maestro intenta detenerse, el experimentador le dice impasible: "Por favor, continúe". Si sigue dudando utiliza la siguiente frase: "El experimento requiere que continúe". Después: "Es absolutamente esencial que continúe" y por último: "No tiene elección. Debe continuar". Si después de esta frase se siguen negando, el experimento se suspende.

Los resultados
    Los datos obtenidos en el experimento superaron todas las expectativas. Si bien las encuestas hechas a estudiantes, adultos de clase media y psiquiatras, habían predicho un promedio de descarga máxima de 130 voltios y una obediencia del 0%, lo cierto es que el 62'5 % de los sujetos obedeció, llegando hasta los 450 voltios, incluso aunque después de los 300 el alumno no diese ya señales de vida.
    Por supuesto, aquí es necesario añadir que el alumno era en realidad un cómplice del experimentador que no recibió descarga alguna. Lo que nuestro ingenuo participante escuchaba era una grabación con gemidos y gritos de dolor que era la misma para todo el grupo experimental. Tampoco se asignaba el papel de maestro o alumno al azar, ya que en ambas hojas estaba escrita la palabra maestro. Sin embargo, estas personas no supieron nada del engaño hasta el final de experimento. Para ellos, los angustiosos gritos de dolor eran reales y aún así la mayoría de ellos continuó hasta el final.
    Lógicamente, lo primero que se preguntaron los atónitos investigadores fue cómo era posible que se hubiesen obtenido estos resultados. ¿Eran acaso todos ellos unos sádicos sin corazón? Su propia conducta demuestra que esto no era así, pues todos se mostraban preocupados y cada vez más ansiosos ante el cariz que estaba tomando la situación, y al enterarse de que en realidad no habían hecho daño a nadie suspiraban aliviados. Cuando el experimento terminaba muchos se limpiaban el sudor de la frente, movían la cabeza de un lado a otro como lamentando lo ocurrido o encendían rápidamente un cigarro. Tampoco puede argumentarse que no fuesen del todo conscientes del dolor de las otras personas, pues cuando al finalizar el experimento les preguntaron cómo de dolorosa pensaban que había sido la experiencia para el alumno, la respuesta media fue de 13'42 en una escala que va de 1 (no era dolorosa en absoluto) a 14 (extremadamente dolorosa).

  
CONDUCTISMO

Creencias de un maestro de la educación tradicional 

· Todo estudiante necesita ser calificado con notas, estrellitas, y otros incentivos como motivación para aprender y cumplir con los requisitos escolares. 
· Cada estudiante debe ser calificado en base a los estándares de aprendizaje, que la profesora traza para todos los estudiantes por igual. 
· El currículo debe estar organizado por materias de una manera cuidadosamente y en secuencia y detallado. 
· Los maestros que aceptan la perspectiva conductista asumen que el comportamiento de los estudiantes es una respuesta a su ambiente pasado y presente y que todo comportamiento es aprendido. Por tanto cualquier problema con el comportamiento de un estudiante es visto como el historial de refuerzos que dicho comportamiento ha recibido. Como para los conductistas el aprendizaje es una manera de modificar el comportamiento, los maestros deben de proveer a los estudiantes con un ambiente adecuado para el refuerzo de las conductas deseados. 
· Las conductas no deseadas de los estudiantes en el aula pueden ser modificados utilizando los principios básicos de modificación de conducta.
· Las siguientes son técnicas aplicadas en la educación tradicional para eliminar conductas no deseadas en los estudiantes:
· Refuerzo de las conductas deseadas, que de esta manera competirá con la conducta no deseada hasta reemplazarla por completo. 
· Debilitar las conductas no deseadas eliminando los refuerzos de estas. 
· La técnica de la "saturación" que implica envolver a un individuo en la misma conducta no deseada, de manera repetitiva hasta que el individuo se sienta hastiado del comportamiento. 
· Cambiando la condición del estímulo que produce la conducta no deseada, influenciando al individuo a tomar otra respuesta a dicho estimulo. 
· Usando castigos para debilitar la conducta no deseada. 
· Una importante aplicación del condicionamiento operante utilizado en la educación tradicional es la de Aprendizaje Programado. En esta técnica las materias son divididas en pequeños simples pedazos o marcos de referencia, en que en cada parte al estudiante se le bombardea con una cantidad de preguntas a las que el estudiante conoce la respuesta y probablemente conteste correctamente; luego de una en una se van agregando preguntas al repertorio, dando premios e incentivando las respuestas correctas.


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